miércoles, 10 de agosto de 2011

LA EUCARISTÍA, EL PAN DE LOS PEREGRINOS

La Eucaristía es el pan de los pe­re­grinos que tienen siempre el co­razón y los ojos orien­tados hacia el ho­ri­zonte, es­pe­rando la lle­gada del día de­fi­ni­tivo, el día de la ve­nida de Jesús.

Una vez, acom­pa­ñando a la Madre Teresa de Calcuta, fui tes­tigo de una en­can­ta­dora es­cena en la que se hizo evi­dente la in­te­rio­ridad de aquella ex­tra­or­di­naria cre­yente com­ple­ta­mente mo­de­lada por la Eucaristía.
La Madre se di­rigía a una pa­rro­quia de Roma y yo la acom­pa­ñaba con otras dos her­manas. Estábamos de pie en la pa­rada de au­tobús. Mientras es­pe­rá­bamos, de re­pente se paró junto a no­so­tros un coche. El con­ductor evi­den­te­mente había re­co­no­cido a la Madre y que­riendo tener un gesto cortés, le dijo: “Madre, ¿qué espera?”. Sin du­darlo un ins­tante, la Madre le res­pondió: “¡Espero el Paraíso, hijo mío!”. Todos son­reímos pero, real­mente, la Madre Teresa nos había re­cor­dado una verdad cris­tiana fundamental. […]

San Francisco de Asís, cuando en la le­janía avis­taba un cam­pa­nario, se ponía de ro­di­llas y ado­raba a Jesús pre­sente en la santa Eucaristía. Narra Tomás de Celano (fraile ita­liano de la orden de los fran­cis­canos, autor de tres ha­gio­gra­fías sobre San Francisco de Asís): “Un día, los her­manos le pi­dieron con in­sis­tencia que les en­se­ñara a orar porque, com­por­tán­dose con sen­ci­llez de es­pí­ritu, to­davía no co­no­cían el oficio di­vino. Y él les res­pondió: Cuando oréis, decid: ¡Padre Nuestro!; y: Te ado­ramos, oh Cristo, en todas las igle­sias que hay en el mundo y te ben­de­cimos, porque por tu santa Cruz re­di­miste el mundo.

Fuente: Comastri, Angelo: Dios es amor.

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