sábado, 8 de octubre de 2011

DOS VIRTUDES ESENCIALES: SENCILLEZ Y CARIDAD

 
LAS VIRTUDES SON EL PATRIMONIO MORAL DEL SER HUMANO.

La Sencillez
 
La Sencillez es una virtud que nos hace ir a Dios sinceramente, sin rodeos, sin disfraz, con una intención recta, sin otra intención que la de agradarle, y que nos hace obrar y hablar con el prójimo con rectitud, sin fraude y sin malicia.

Esta virtud de la sencillez es tan estimable a los ojos de Dios que cuando la Escritura quiere hacernos el retrato de un justo de corazón, nos hace notar que era 'sencillo y recto'. En estos términos habla del santo Job y de los otros grandes santos del Antiguo Testamento.

Hay dos clases de sencillez: la una interior y la otra exterior. La sencillez interior consiste, como acabo de decirlo, en esa rectitud de intención que busca agradar a Dios, sin preocupación por lo que pensarán los seres humanos, y sin ningún interés por sí mismo; y la sencillez exterior consiste en actitudes y palabras sensatas, sin artificio y sin afectación ni vanidad. San Pedro habla de la sencillez cuando dice que debemos ser "como niños, razonables, pero sin malicia" (1 Pedro 2:2).

No apegarán su corazón a nada para comprometerse más eficazmente con esta virtud, que debe serles tanto más querida cuanto que es menos conocida del mundo, y puesto que se la teme y se huye de ella sólo en apariencia.

El defecto que se opone esencialmente a la sencillez cristiana es la Duplicidad. Cuando no se busca a Dios en todas partes, cuando se tienen miras y designios ocultos, cuando se busca uno a sí mismo más que a Dios; cuando se está muy ocupado con los seres humanos, cuando se trata de atraer su estima, se teme ser despreciado, y se inquieta por la manera como se comportará para agradarles y para no desagradarles. Cuando se tienen tales sentimientos, el espíritu está embarazado con ideas extrañas a la salvación, que lo oscurecen y lo llenan de miras humanas y mundanas, que quitan la sencillez, porque la sencillez no tiene sino un objeto, un motivo, una intención, que es agradar a Dios, y santificarse.

Los que buscan a Dios sinceramente, lo encuentran, dice la Escritura, para hacernos entender que los que tienen un corazón falso y doble no tendrán la felicidad de encontrarlo. La 'Imitación' anota también que muchas almas parecen querer darse a Dios y dedicarse a su servicio, no sinceramente, sino por curiosidad o por envanecimiento.

Un segundo defecto esencialmente opuesto a la sencillez del Evangelio es el Espíritu del Mundo: la manera de pensar y obrar de la gente de mundo. Se tiene el espíritu del mundo cuando se piensa como el mundo piensa, cuando se habla como el mundo habla, cuando se ama lo que el mundo ama, se estima lo que el mundo estima, es decir, los honores, las riquezas y los placeres. Se tiene el espíritu del mundo cuando se está prendado de sus vanidades y se aparentan sus modales y sus maneras.

Para confirmarlas en la práctica de esta virtud de sencillez y para preservarlas de los defectos que le son contrarios, he aquí las reglas que observarán :

Al abrazar el estado que se proponen, y al cumplir sus deberes, no tendrán otra intención que la mayor gloria de Dios y la salvación del alma.

Tendrán a menudo en la boca y siempre en el corazón estas palabras del Apóstol: "Todo por la gloria de Dios" (1 Corintios 10:31), "Todo en nombre de Jesucristo" (Colosenses 3:17). Y por consiguiente, nada por el mundo, nada para agradar a los seres humanos, nada para satisfacción de sí mismas.

Esta es la lección que el Salvador nos da: "Que nuestras palabras sean sencillas", lo cual consiste en "decir 'sí' o 'nó', porque todo lo que se añade viene de un mal principio" (Mateo 5:37). Es decir, que no se debe hablar sino cuando es necesario, y al hablar decir sólo lo que es indispensable, según la necesidad del encuentro, sin derramarse en un flujo de palabras que el sabio condena pues casi nunca está exento de faltas.

La Caridad

Como ustedes no tendrán ningún interés material, puesto que harán todo gratuitamente y sin retribución alguna, sólo la caridad las hará actuar en todo y en todas partes. Ejercerán las obras de misericordia con todo el mundo, tanto las obras espirituales como las corporales.

La primera obra Espiritual de misericordia es Enseñar a los ignorantes. Esa será la función principal de ustedes. La ejercitarán no solamente con los niños, sino con todos los que no estén suficientemente instruidos. Cuando tengan razones para creer que una persona ignora los principales misterios de la fe o las otras cosas necesarias para la salvación, se los enseñarán a manera de conversación.

El segundo deber de la caridad espiritual es Corregir a los pecadores. Ustedes lo ejercitarán con los niños que tengan a su cargo. Y se informarán sobre los vicios que reinan en el lugar donde estén y los combatirán con la palabra y con el ejemplo.

El tercer deber de la caridad espiritual es Dar consejos a los que los necesitan. Para esto hay que conocer bien a la persona a quien se aconseja, porque si no se conocen perfectamente sus disposiciones, vale más callar que exponerse a decir cosas que harían más mal que bien.

El cuarto deber de la caridad espiritual es Consolar a los afligidos. Cuando sepan que una persona tiene una pena, vayan a consolarla; exhórtenla a sufrir con paciencia y resignación, y aprovechen la ocasión para hacerle algunas advertencias saludables.

La quinta obra de caridad espiritual es Sufrir las injurias y perdonarlas, y soportar los defectos del prójimo. Acuérdense de este deber cuando los padres y las madres y los niños no les paguen las penas que ustedes se toman por su educación sino con ingratitudes, reproches, críticas y murmuraciones. Sufran todo eso y ofrézcanlo a Dios por la salvación de sus almas. Esto les servirá más que los bellos discursos que ustedes puedan hacerles.

El sexto deber de la caridad espiritual es Orar por los vivos y por los muertos, particularmente por los enemigos. Sin la oración, todo lo que ustedes digan será inútil. Es de fe que no podemos obtener nada para nosotros ni para los otros sin el socorro de la gracia, y el medio de alcanzarla es la oración. Oren pues sin cesar.

En cuanto a las obras Corporales de misericordia, harán en los campos más o menos lo que nuestras Hermanas de la Caridad hacen en las ciudades, mientras sea compatible con la instrucción de los niños que es el deber esencial de ustedes, excepto cuando una necesidad urgente las obligue a interrumpir la escuela para prestar algún pronto socorro.

Como ustedes mismas son pobres, sé que no podrán ayudar a los desposeídos con recursos propios; sin embargo, si comparten con ellos lo poco que tengan, la caridad se hará más agradable a Dios que la de los ricos que dan de su abundancia.

El medio de que ustedes se servirán para ayudar a los pobres será presentar sus necesidades a quienes puedan socorrerlas y solicitar a los ricos con qué aliviarlas. Pedirán por ejemplo tela para vestir a los huérfanos. Podrán también tomar una pobre huérfana en casa de ustedes, para instruirla y educarla, rogando a alguna persona caritativa que les dé con qué alimentarla.

Cuántas buenas obras se pueden hacer cuando se tiene caridad!

(Fuente: "Providencia")


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