Al comenzar el nuevo año escolar, puedes recurrir a la intercesión de los
santos si necesitas ayuda académica, discernimiento o compañía. Con cada nuevo año académico, siempre hay grandes
expectativas. Los estudiantes están ansiosos por reencontrarse con sus
amigos y compartir sus recuerdos de verano, y los maestros están
esperando la oportunidad de enseñar de nuevo.
Dios nos proporciona la bendición de contar con compañeros celestiales que nos ayudarán con estos desafíos: Los Santos.
Ellos son uno de los grandes regalos de Dios a la humanidad. El
Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que los santos contemplan a
Dios, lo alaban y atienden con su intercesión constante a las personas
que se encuentran en la tierra. Cuando entraron en el gozo de su Señor,
fueron "encargados de muchas cosas". Su intercesión es su más alto
servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que intercedan por
nosotros y por el mundo entero.
Deberíamos pedir constantemente a los santos su guía y oraciones, porque sus oraciones son perfectas. Como miembros del Reino Celestial de Dios, los santos están unidos a Dios y su voluntad, es por ello que podemos confiar en ellos para interceder por nosotros en todos los aspectos de nuestra vida, incluyendo la escuela. El testimonio de los santos nos puede ayudar a lidiar con las luchas que enfrentamos en el mundo académico, y sus oraciones puede fortalecernos y animarnos durante los tiempos difíciles del año.
1) Santo Tomás de Aquino
2) San Juan Berchmans
3) San José de Cupertino
Traducción al español, modificaciones y adaptación de PildorasdeFe.net del artículo publicado originalmente en ChurchPop.com. Autor: Matthew Petesch.
Deberíamos pedir constantemente a los santos su guía y oraciones, porque sus oraciones son perfectas. Como miembros del Reino Celestial de Dios, los santos están unidos a Dios y su voluntad, es por ello que podemos confiar en ellos para interceder por nosotros en todos los aspectos de nuestra vida, incluyendo la escuela. El testimonio de los santos nos puede ayudar a lidiar con las luchas que enfrentamos en el mundo académico, y sus oraciones puede fortalecernos y animarnos durante los tiempos difíciles del año.
1) Santo Tomás de Aquino
Cualquier persona asociada a la
educación, ya sea estudiante o docente, debe conocer a Santo Tomás de
Aquino. Él es, sin duda, la mente más brillante jamás producida por la
Iglesia. A lo largo de su vida, Aquino compuso numerosas obras, sobre
todo la “Suma Teológica”. A lo largo de toda su obra, él demuestra su
deseo de conocer la verdad en todas las cosas.
La búsqueda de la verdad es el fin último
de la educación. El aprendizaje de la verdad sobre el mundo y nuestra
naturaleza humana nos conduce a Aquel que es la Verdad misma,
Jesucristo. Santo Tomás de Aquino nos ayuda a centrar nuestro estudio en
la Verdad, que es Jesús, en todos los campos académicos. Ya sea que
estés enseñando una nueva lección o estudiando una nueva materia,
siempre es aconsejable buscar la intercesión de Santo Tomás.
Uno de los males que impregna las escuelas es el chisme. Berchmans era un gran estudiante, pero su
cualidad más notable fue su capacidad siempre saber decir algo bueno de
todos. Si Berchmans alguna vez era testigo de que un compañero de
estudios fuese reprendido por algún error o indiscreción, de inmediato
decía algo positivo sobre él. Esta práctica caritativa sirvió como medio
para sofocar cualquier conversación negativa acerca de sus compañeros
de estudios.
El chisme es perjudicial porque desfigura
el carácter de una persona, y cada chisme empieza por algún tipo de
comentario negativo sobre alguien. San Juan Berchmans nos proporciona un
antídoto contra este vicio terrible. Él nos recuerda que siempre
debemos tener palabras amables para todos, especialmente para aquellos
que son problemáticos o más difíciles de amar.
Los exámenes son una de las realidades
más difíciles de la escuela, pero tomarlas puede ser un poco menos
estresante si se llega a conocer a San José de Cupertino. José tuvo una
educación muy deficiente en su juventud y tuvo que luchar mucho para
seguir su vocación religiosa con los franciscanos. Aunque no era un
erudito, José se dedicaba incansablemente a sus estudios.
Pero, a pesar de todo, su gran esfuerzo
tenía poco fruto. Él continuó luchando académicamente pero sabía que
Dios proveería si realmente era su voluntad que él fuese sacerdote.
Cuando se enfrentó al examen final que determinaría si era apto para el
sacerdocio, le pidió al Señor que sólo le hicieran preguntas de las
cuales él conociese la respuesta. Al día siguiente
fue examinado y sólo le hicieron una pregunta y fue sobre lo que él había memorizado. José pasó su examen y fue ordenado
sacerdote.
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