martes, 8 de abril de 2014

La llegada de un hermano (consejos)


Queridos padres:

Cuando era adolescente  la madre superiora de mi colegio me llamó un día a su despacho  y me preguntó si yo creía que Dios no me pedía algo más de lo que yo le daba.  Mirándola  sorprendida, contesté que enseñaba a las niñas de un barrio marginado a leer y escribir. Daba catequesis y recogía ropa y medicinas en la parroquia para los necesitados. No se me ocurría otra cosa que pudiese hacer. Ella se refería a tomar los hábitos. Entonces comprendí. Contesté que quería casarme, tener hijos y formar una familia. Eso es lo que Dios quería de mi. Sonrió y me dijo que tenía muy clara mi misión. 

Misión nada fácil, por eso si os puedo dar algunas ideas que he experimentado y os ayudo a realizarla, estaré feliz.



En la familia la llegada de un bebé puede desestabilizar la armonía. Se me ocurren algunas ideas. Que pueden ayudar a restablecerla.

Permitirle acariciar a su hermano con mucho cuidado y en presencia de un adulto, para darle a entender que su hermano  es muy débil y le necesita a él que es mayor.

Cuando los familiares vayan a ver al bebé se fijen y hablen con el mayor para que se sienta importante. Al fin y al cabo el pequeño no entiende las conversaciones, el mayor las aprecia.
Los padres pueden dedicarle un ratito todos los días en exclusiva para que no se sienta desplazado ante la llegada de su hermano. 

Si pide de nuevo el chupete o beber en biberón no hay inconveniente en dárselo, el se dará cuenta enseguida que puede hacer otras cosas porque ya es mayor.

Ante  todo paciencia, dulzura y serenidad.

Que el hijo mayor participe en los cuidados del bebé es un acierto: le hace sentirse útil y le facilita mucho la aceptación del recién llegado. Traer los pañales, estar presente a la hora del baño, participar en la preparación de la ropa, es una tarea para que se sienta importante y colabore  en el cuidado de su hermano. Se sentirá más seguro e integrado.

A pesar de ser el primogénito todavía es muy pequeño.

Los berrinches y su comportamiento son una forma de llamar la atención. No demostráremos que ello nos altera. Debemos mantenernos impasibles, aunque firmes sin ceder  a sus caprichos.

Le dejaremos sentado en un rincón pensando. Cinco minutos. Cuando pasé le preguntamos si está más tranquilo. De no ser así le diremos que mientras no se tranquilice no puede hacer ninguna actividad.

No ceder ante sus caprichos, explicarle que es necesario hacer ciertas cosas aunque no nos apetezca.

Aplicar unos normas, siempre las  mismas, que hay que  respetar. Explicarle porqué hay que seguir unas normas.

Por otra parte hay que valorar continuamente lo que hace bien. Mantenerle ocupado y potenciar sus capacidades, insistiendo continuamente que le necesitamos para todo.

Premiarle cuando durante todo el día haya sido obediente y su comportamiento haya sido bueno. Nunca decirle que es malo. Todo lo contrario, repetirle hasta la saciedad que el es un niño cariñoso, obediente y responsable pero que a veces se olvida.

Ante todo el debe sentir que le queremos independientemente de su comportamiento, que estamos contentos cuando  es cariñoso y obediente, que no nos alteran sus berrinches y pataletas más bien nos provocan asombro. En cambio cuando es atento y educado, tranquilo y sensato nosotros sí reaccionamos,con pequeños premios para que aprenda que si sigue unas normas, tendrá la oportunidad de hacer algo que le gusta. Si no sabe comportarse no estará  preparado para hacer otras cosas que le  gusten.

No es fácil pero es efectivo.

Ánimo. María Luisa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario