Queridos padres:
Cuando era adolescente la madre
superiora de mi colegio me llamó un día a su despacho
y me preguntó si yo creía que Dios no me pedía algo más de lo que yo
le daba. Mirándola sorprendida, contesté que enseñaba a las niñas de un barrio marginado a leer y escribir. Daba
catequesis y recogía ropa y medicinas en la parroquia para los necesitados. No se me
ocurría otra cosa que
pudiese hacer. Ella se refería a tomar los hábitos. Entonces comprendí. Contesté que quería casarme,
tener hijos y formar una familia. Eso es lo que Dios quería de mi. Sonrió y me dijo que
tenía muy clara mi
misión.
Misión nada fácil, por eso si os puedo dar algunas ideas que he experimentado y os
ayudo a realizarla, estaré feliz.
En la familia
la llegada de un bebé puede desestabilizar la armonía. Se me
ocurren algunas ideas. Que pueden ayudar a restablecerla.
Permitirle
acariciar a su hermano con mucho cuidado y en presencia de un adulto, para
darle a entender que su hermano es muy débil y le
necesita a él que es mayor.
Cuando los
familiares vayan a ver al bebé se fijen y hablen con el mayor para que se sienta
importante. Al fin y al cabo el pequeño no entiende las
conversaciones, el mayor las aprecia.
Los padres
pueden dedicarle un ratito todos los días en exclusiva para que no
se sienta desplazado ante la llegada de su hermano.
Si pide de
nuevo el chupete o beber en biberón no hay inconveniente en dárselo, el se
dará cuenta
enseguida que puede hacer otras cosas porque ya es mayor.
Ante todo paciencia, dulzura y serenidad.
Que el hijo
mayor participe en los cuidados del bebé es un acierto: le hace sentirse útil y le facilita mucho la aceptación del recién llegado. Traer los pañales, estar presente a la hora del baño, participar
en la preparación de la ropa, es una tarea para que se sienta importante y
colabore en el cuidado de su hermano. Se
sentirá más seguro e
integrado.
A pesar de ser
el primogénito todavía es muy pequeño.
Los berrinches
y su comportamiento son una forma de llamar la atención. No demostráremos que ello
nos altera. Debemos mantenernos impasibles, aunque firmes sin ceder a sus caprichos.
Le dejaremos
sentado en un rincón pensando. Cinco minutos. Cuando pasé le preguntamos si está más tranquilo. De
no ser así le diremos que
mientras no se tranquilice no puede hacer ninguna actividad.
No ceder ante
sus caprichos, explicarle que es necesario hacer ciertas cosas aunque no nos
apetezca.
Aplicar unos
normas, siempre las mismas, que hay
que respetar. Explicarle porqué hay que seguir
unas normas.
Por otra parte
hay que valorar continuamente lo que hace bien. Mantenerle ocupado y potenciar
sus capacidades, insistiendo continuamente que le necesitamos para todo.
Premiarle
cuando durante todo el día haya sido obediente y su comportamiento haya sido
bueno. Nunca decirle que es malo. Todo lo contrario, repetirle hasta la
saciedad que el es un niño cariñoso, obediente y responsable pero que a veces se
olvida.
Ante todo el
debe sentir que le queremos independientemente de su comportamiento, que
estamos contentos cuando es cariñoso y
obediente, que no nos alteran sus berrinches y pataletas más bien nos
provocan asombro. En cambio cuando es atento y educado, tranquilo y sensato
nosotros sí
reaccionamos,con pequeños premios para que aprenda que si sigue unas
normas, tendrá la oportunidad de hacer algo que le gusta. Si no sabe comportarse no
estará preparado para hacer otras cosas que le gusten.
No es fácil pero es
efectivo.
Ánimo. María Luisa.
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