San Josemaría Escrivá:
« (...) o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca » (Conversaciones, 114).
Las
consecuencias de esta afirmación son numerosas y de gran calado. Una de
ellas es un nuevo modo de ver la realidad inmediata, humana, en la que
solemos movernos, que consiste precisamente en ver - con los ojos de la
fe - a Dios, en todo momento, en cada momento, en las más variadas
circunstancias de nuestra vida en este mundo.
No retrasemos jamás esta fuente de gracias para mañana. Ahora es el tiempo oportuno. Dios, que es amoroso espectador de nuestro día entero, preside nuestra íntima plegaria: y tú y yo -vuelvo a asegurar- hemos de confiarnos con El como se confía en un hermano, en un amigo, en un padre. Dile -yo se lo digo- que El es toda la Grandeza, toda la Bondad, toda la Misericordia.
(…) Que no falten en nuestra jornada unos momentos dedicados especialmente a frecuentar a Dios, elevando hacia El nuestro pensamiento, sin que las palabras tengan necesidad de asomarse a los labios, porque cantan en el corazón. Dediquemos a esta norma de piedad un tiempo suficiente; a hora fija, si es posible. Al lado del Sagrario, acompañando al que se quedó por Amor. Y si no hubiese más remedio, en cualquier parte, porque nuestro Dios está de modo inefable en nuestra alma en gracia. (Amigos de Dios, nn. 246. 249)
(Fuente: "Opus Dei")
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