Queridos diocesanos:
El día 26 de julio, fiesta
de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María y abuelos de
Jesús, se viene celebrando "El día de los abuelos". Os invito a tener en
este día un recuerdo muy especial para los abuelos; a hacer de este día
una fiesta de agradecimiento y de amor sincero hacia nuestros abuelos
para que se sientan de nuevo protagonistas en nuestra familia, en
nuestra sociedad y en nuestra Iglesia. Debería ser un día para una
sincera acción de gracias por su sencillo, heroico y valioso testimonio.
El Papa Francisco recuerda en sus alocuciones a los abuelos como
custodios de sabiduría, de valores y de bondad; por ello, "un pueblo que
no respeta a los abuelos, no tiene futuro, porque no tiene memoria, ha
perdido la memoria".
Los abuelos deben ser
cuidados con amor porque a menudo se quedan en la periferia de nuestro
corazón. Vivimos en un tiempo en el cual los ancianos muchas veces no
cuentan; puede sonar fuerte, pero muchas veces los mayores son aparcados
porque son una carga o un fastidio. En una sociedad que valora la
eficacia y da culto a lo joven, bello y hermoso, la vejez es un
contravalor y no se estima la “sabiduría del corazón” que representan
los años. Debido a esta cultura y a otros factores sociales, en
ocasiones, los ancianos son para algunos hijos una carga que se pasan
de unos a otros y muchos terminan desamparados.
Sin embargo, en esta misma
sociedad, los abuelos son más protagonistas de lo que parece; no pocos
de ellos son actualmente una ayuda imprescindible para los matrimonios
jóvenes que, abocados al trabajo fuera del hogar tanto el marido como la
mujer, ven en sus padres el mejor seguro para la custodia y la
educación de sus hijos. Ahí están las estampas de cada día, en que un
abuelo o una abuela recoge a su nieto a la salida del colegio. Los
abuelos son en muchas ocasiones un gran factor integrador en la vida
familiar; ellos son de mil maneras creadores de afectividad, cariño y
comprensión. El equilibrio emocional y de convivencia permite mantener
un clima de tranquilidad, paz y sosiego en el hogar, que ayuda a
colaborar con los padres a obtener la madurez en la formación de los
nietos, que ayuda en tareas domésticas de la nueva familia de sus hijos,
y que en tantas ocasiones continúan sacrificándose en favor de sus
hijos. Pero sobre todo ahora, cuando muchas familias jóvenes sufren la
lacra del paro, allí están los abuelos compartiendo lo que tienen para
ayudar a hijos y nietos.
Es importante que los
abuelos y abuelas puedan cumplir su misión en el seno de la familia, de
la Iglesia y de la sociedad. Para ello hemos de evitar ignorarles; a
veces nuestros abuelos quedan marginados y experimentan una gran soledad
por el distanciamiento de hijos y nietos.
También la comunidad
cristiana puede recibir mucho de la serena presencia de quienes son de
edad avanzada, de vuestra experiencia, de vuestra perseverancia y de
vuestra oración. Además en cuantas familias los nietos reciben de los
abuelos la primera educación en la fe. Muchos niños son iniciados en la
fe y educados en los valores y virtudes cristianas gracias a sus
abuelos. Vosotros, abuelos y abuelas, habéis sido quienes les habéis
enseñado a rezar desde pequeños; los que les habéis hablado de Dios;
quienes les habéis ofrecido una visión del mundo y del ser humano en la
que Dios debe ocupar el centro y el protagonismo principal. Seguid
haciéndolo; es una tarea impagable.
En este día ruego a Dios por
todos vosotros, abuelos y abuelas: Que Él os conceda el don de su amor,
garantía de la felicidad sin ocaso que nos ha sido regalada.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
No hay comentarios:
Publicar un comentario