A los 40 días de resucitar el Domingo de Pascua,
Jesús ascendió al cielo en el Día de la Ascensión. Sus discípulos se pusieron
muy tristes, pues Jesús volvía a despedirse de ellos para volver a irse y a
dejarles solos.
Al
verles así, Jesús les dijo que no se preocupasen, que no les iba a dejar nunca
solos, pues Él y Dios Padre les
enviarían su Espíritu para que jamás sintieran que estaban abandonados o solos
sobre la Tierra.
También
les pidió que se quedaran en Jerusalén todos reunidos hasta que recibieran el
Espíritu Santo.
10 días
estuvieron junto a la Virgen Madre, encerrados en la casa donde habían
celebrado la Última Cena y visto a Jesús Resucitado por primera vez el Domingo
de Pascua, rezando y conversando de Jesús. Eran hombres cobardes, con miedo,
que no se atrevían a hablarle a la gente de su Maestro. Todavía sentían que les
podía pasar lo mismo que a Jesús: que los mataran por ser amigos de Jesús, el
Crucificado.
De repente
se escuchó un ruido como de un trueno, entró un viento huracanado en la casa y
se posaron unas lenguas de fuego sobre las cabezas de todos y cada uno de los
que se encontraban allí.
Cuando
recibieron el Espíritu Santo estos hombres se transformaron: se llenaron de
valor y sabiduría, se les aclararon todas las cosas que no habían entendido
mientras habían estado con Jesús. Salieron a las calles y a toda voz empezaron
a hablar de Jesús y a explicar su mensaje.
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