Cristo instituyó este sacramento de la Sagrada Eucaristía [...]; y
lo dejó a los suyos como singular consuelo en las tristezas de su
ausencia.
Cada vez que nos reunimos en la Eucaristía somos fortalecidos en
la santidad y renovados en la alegría, pues la alegría y la santidad son
el resultado inevitable de estar más cerca de Dios. Cuando nos
alimentamos con el pan vivo que ha bajado del cielo, nos asemejamos más a
nuestro Salvador resucitado, que es la fuente de nuestra alegría, una
alegría que es para todo el pueblo (Lc 2, 10). Que la alegría y la
santidad abunden siempre en vuestras vidas y florezcan en vuestros
hogares. Y que la Eucaristía sea [...] el centro de vuestra vida, la
fuente de vuestra alegría y de vuestra santidad (JUAN PABLO II).
(Fuente: "Pascua, tiempo de alegría")
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